(Texto de Maxi Sandín)
La mayor parte del terreno cultivable del término del pueblo estaba de dicado al cultivo del cereal, especialmente el trigo. Tradicionalmente, los trabajos en torno al cultivo de trigo constituían la principal tarea realizada en el pueblo. Mantenían ocupada a la gente gran parte del año.
Las faenas comenzaban en otoño con la preparación y abonado de las tierras a sembrar. En el término había dos “hojas” dedicadas al cultivo del trigo: la “hoja de arriba” y la “hoja de abajo”. La hoja de arriba corresponde, groso modo, con la parte oeste del término y la de abajo con la este. Cada año se utilizaba para este fin una “hoja” y la otra se dejaba en barbecho. Las fincas se limpiaban de malas hierbas y se abonaban. Para ello de utilizaba el estiércol recogido a lo largo del año en los respectivos corrales y, si era necesario, se complementaba con abonos industriales.
En torno a Todos los Santos, se llevaba a cabo la siembra en las respectivas fincas. Se realizaba “a voleo”, o sea, repartiendo las semillas de trigo a puñados lanzados al aire. Posteriormente, se trazaban surcos con el arado romano, metiendo la “reja” por los cerros que se habían formado en la operación realizada en junio, de manera que los granos quedaban tapados en los nuevos cerros formados.
En enero comenzaban a nacer las plantas y, poco a poco, los campos se pintaban de verde. En febrero-marzo se aricaban los campos: se pasaba el arado romano por los surcos con el fin de eliminar las malas hierbas.
También, por esta época del año, se araban profundamente las fincas que estaban en barbecho con el arado de hierro o “de vertedera”. Esta operación se llamaba "ralvar" (relvar) o arar hacia afuera, ya que se comenzaba por las orillas, primero por la orilla derecha de la finca, de tal manera que la tierra se iba vertiendo hacia la derecha en el sentido de la arada, con lo que al final quedaba un surco longitudinal en medio de la finca.
Arando con el arado de vertedera, 1991 (Foto: Pedro Otero)
En mayo, se procedía a escardar las fincas, acción que se denominaba "escoger". Como el trigo ya está muy crecido, esta nueva limpieza de las malas hierbas se realizaba a mano, utilizando una especie de azada pequeña denominada “sajo”. Además, las hierbas recogidas, también muy crecidas, se recogían y servían de alimento para los animales de trabajo.
Por esta época, abril-mayo, re realizaba la operación de bimar"", o arar hacia adentro, de las tierras en barbecho. En esta ocasión, se pasaba el arado de vertedera comenzando por el medio de la finca, por la parte izquierda de las dos mitades en que había quedado dividida. De esta manera, desaparecía el surco del medio y quedaba la finca, digámoslo así, de un pieza.
Más tarde, a principios de junio, se abrían surcos en estas tierras con el arado romano, se pasaba ligeramente el "arrodador" por encima y se dejaban así todo el verano.
A finales de junio comenzaba la tal vez faena más pesada, la siega. Tradicionalmente se realizaba manualmente con las típicas hoces. La mies segada se iba dejando colocada en gavillas, con las cuales las mujeres de la familia (normalmente los varones se dedicaban a la siega propiamente dicha) confeccionaban los haces juntando varias de ellas y atándolas con un puñado de la mies segada. Una vez acabada la siega de la finca, se procedía a amontonar los haces formando las llamadas “morenas”.
Morenas en el pueblo de Boya, 2003 (Foto: Carlos Otero)
El 25 de julio, el día de Santiago, se realizaba el sorteo de las eras en la zona destinada para ello situada cerca del pueblo al lado del arroyo Castrón. Al día siguiente comenzaba el acarreo de la mies a la era mediante los carros preparados con las llamadas “pernillas” tirados por vacas o mulas. El acarreo se realizaba muy temprano (comenzaba a las 4 o 5 de la mañana para evitar que las espigas perdiesen granos en su manipulación).Pocos días después comenzaba la trilla a la vez que se continuaba con el acarreo. Al contrario que el acarreo, las mejores horas para la trilla eran las de pleno sol o por la tarde. Se utilizaban trillos arrastrados por yuntas de los animales de trabajo (bueyes, vacas, mulas, burros). Encima del trillo siempre había una persona encargada de conducir el trillo por toda la superficie de la trilla. Además, tenía que evitar que las heces que ocasionalmente expulsaban los animales cayesen en la trilla. Para ello, además del típico banco de madera de tres patas para poder sentarse, disponía de un cubo para recoger los excrementos a medida que eran expulsados.
Acarreo de la mies a la era, 1972 (Foto: Maxi Sandín)
Recogiendo los excrementos de los animales mintras se trillaba, 1972 (Foto: Maxi Sandín)
A veces los niños también se subían al trillo, 1972 (Foto: Maxi Sandín)
Cuando la trilla estaba suficientemente triturada, se “emparvaba”, es decir, se juntaba en un montón llamado “parva” que habitualmente se hacía en forma de prisma triangular descansando en una de sus caras. Para ello se utilizaba el “emparvador” y las “rastras” de madera.
Después de la trilla se proseguía con la limpieza del trigo (separación del grano de la paja). Normalmente se realizaba con las máquinas de limpiar o “aventadoras”, que en un principio funcionaban haciendo girar manualmente una rueda lateral y, posteriormente, mediante un motor (el mismo motor utilizado para el riego) acoplado a dicha rueda. Si la limpieza del trigo se realizaba manualmente mediante los “biendos” (lanzando el trigo al aire para que éste desplazara la paja más lejos que el grano) y las cribas o “cerandas” (para acabar de separar el grano de la poca paja que todavía pudiera quedar), entonces se realizaba aprovechando los días con suficiente fuerza del viento.
Limpiando con la aventadora, 1972 (Foto: Maxi Sandín)
El grano limpio se amontonaba en las denominadas “muelos”. Si daba tiempo, el mismo día se acarreaba en sacos o en “quilmas” y se almacenaba en casa o en otros edificios de dicados a ésa y/o a otras finalidades. Si la muela se quedaba de noche, entonces había que dormir en la era porque si no, podía producirse algún robo. Normalmente eran los jóvenes de la familia los encargados de tal labor de vigilancia.
El trigo limpio se metía en sacos y quilmas para su transporte, 1972 (Foto: Maxi Sandín)
Una vez almacenado el grano, se trasportaba la paja mediante carros, aparejados con "costanas" más altas y una red en la parte trasera, y se almacenaba en los pajares. La paja se utilizaba para la alimentación de los animales de carga (mezclada con grano o harina) y para preparar la “cama” de los diversos animales domésticos (vacas, cerdos…), la cual se renovaba periódicamente y se obtenía el estiércol para el abonado de las tierras de cultivo.
La mayor parte del grano se vendía y se transportaba a uno de los silos de la comarca. La parte que se quedaba en casa se destinaba a la alimentación de los animales y a la obtención de harina. Para ello se transportaba al molino del pueblo o a uno de los que había en pueblos cercanos. En general había que aprovechar cuando la fuerza del agua fuera suficiente para el funcionamiento del molino. No obstante, el molino del pueblo desde muy pronto dispuso de un motor eléctrico y, posteriormente de otro a gasoil, que le permitía funcionar en cualquier época del año.
Desde que se introdujeron los tractores y los aperos correspondientes, las faenas del campo en general, y las relacionas con el cultivo del trigo en concreto, se fueron mecanizando progresivamente. Ello permitió más eficacia y la liberalización de las faenas más pesadas. En la siembra se comenzó a utilizar la "sembradora" y ya no fue necesario la formación de surcos en las fincas, ya que en la misma operación se sembraba y se tapaban las semillas. En la siega se fue sustituyendo la hoz por la segadora. Finalmente se introdujeron las modernas cosechadoras, con lo que todo el trabajo veraniego en torno al trigo se realizaba en unos pocos días. El mismo día de la cosecha se transportaba el grano en remolques. La paja se recogía, posteriormente, suelta o en paquetes compactos llamados “alpacas” hechos con la empacadora.
Cosechadora en plena faena, 1998 (Foto: Carlos Otero)
Cosechadora echando el trigo al remolque, 1998 (Foto: Carlos Otero)